Mamá, Papá:
Hace quince años les escribí una carta que nunca terminé. En esas hojas que arranqué del cuaderno de Estudios Sociales, les informaba que estaba a punto de ejecutar mi plan de escape de casa, pues me sentía cansada de vivir bajo la estructura «estricta» que me imponían en donde no encontraba la forma de ser feliz.
Me devuelvo a ese instante en donde escribía con furia acostada en el piso, con mis pantalones rotos del uniforme de colegio, mi cabello largo de un color indefinido por la cantidad de tintes de diferentes tonos que tuve, el tatuaje escondido, el «piercing» en el ombligo y tantas otras insignias de rebeldía que mostraba con mucho orgullo. La realidad es que estaba totalmente perdida en una adolescencia que yo misma convertí en algo difícil de sobrellevar.
Ha pasado el tiempo; hace unos meses cumplí treinta años y aunque muchas cosas han cambiado desde entonces, hay una que permanece en mí y es la necesidad apremiante de escribir, de entregarles estas palabras que ya no son las mismas que quería decir, y por eso me atrevo a darles una nueva carta como la expresión más noble de lo siento hoy, años después de haber ido absorbiendo la vida algunas veces intensamente, y otras dejándola pasar por la ventana.
Papi, mami, sin embargo, es necesario devolvernos un poco a esos recuerdos para que todo esto tenga sentido. No tengan miedo de viajar conmigo a esos momentos oscuros que ya no pueden asustarnos. Por favor no den espacio al dolor, porque juntos hemos superado aquello que nos causó tanto daño.
Una de las imágenes que traigo de vuelta es la de esa niña que aún soy, queriendo crecer a golpes y convertirse en mujer, aún cuando no estuviera lista. Quizá por eso sentía una sensación constante de desconcierto en donde anhelaba un poco de paz interna ante ese grito que se ahogaba en mi garganta, entre la desesperación de aspirar lo más rápido esta etapa y las ganas de seguir jugando barbies con mi hermana. Pasaba los días entre una indiferencia activa y un interés pasivo en nada. ¿No se supone que era demasiado joven para tener confusiones existenciales? ¿No se supone que en esa edad todo debe ser tan sencillo como estudiar y jugar? ¿Por qué yo lo hice difícil, papi? Mami, ¿por qué inventé un mundo tan duro en esa época?
No sabía a dónde ir con mis emociones queriendo huir hacia algo nuevo o extremo que acabara con ese sentimiento eterno de no pertenecer, de no entender el propósito de vivir. Para mí era algo incomprensible tener una rutina, ir al colegio, usar la misma ropa de lunes a viernes, seguir órdenes, cumplir deberes, respetar a la Directora solo porque su puesto lo dice (aunque ella no me respetaba), comer ciertas veces al día y en medidas cantidades, no escuchar tal música, ir a la iglesia. Todo lo que el ser humano en realidad es, un animal de costumbres, me parecía imposible de soportar.
Entonces me refugiaba en aventuras que necesitaba hacer realidad para sentirme viva, y así decidí fumar por primera vez, consumir alcohol siendo menor de edad y tantas cosas que hice en el tiempo incorrecto…cuando vos, mami, siempre me dijiste que tenía que aprender a esperar en todos los aspectos de mi vida. ¿Por qué no fui capaz de escucharte? Me es inevitable pensar en ¿qué hubiera pasado si…? Pero ya no es importante ver hacia atrás de esa manera. Si hemos regresado, es para ver lo que eso significa en el presente. No puedo liberarme de mi pasado, ni de las malas decisiones que tomé. Pero sí me permito traerlo ahora como parte de lo que soy, con la esperanza de que a lo mejor también estas letras puedan ayudarle a alguna muchacha a no equivocarse tanto, a no lastimar demasiado a sus padres como lo hice yo.
Papi, mami, quiero decirles que ustedes todo lo hicieron muy bien. Fui yo la que tomé malas decisiones en contra de lo bueno que me enseñaron. ¿Cuestión de personalidad? ¿Presiones de la sociedad? No tengo una respuesta para saber por qué decidí irme por otro camino, solo sé que los valores que ustedes me inculcaron fue lo que al final prevaleció, lo que me hizo luchar y levantarme para salir del cuarto negro en el que me gustaba encerrarme. Quiero que sepan por favor, que ustedes no fallaron; que ustedes lo intentaron conmigo y que probablemente había un límite en donde el cansancio y la tristeza los agarraba desprevenidos, porque la verdad es que era injusto que vivieran todo lo que les hice pasar.
Papi, tal vez no te acordás de esto, pero yo siempre te estaba viendo. Veía cómo tratabas a los demás, cómo le llevabas flores a mami de forma recurrente y sin razón específica. Escuchaba tu dulce voz corrigiendo a mis hermanos y también tu risa en el teléfono cuando llamabas a abuelita para que te contara las últimas ocurrencias. Te observaba orar todas las noches y levantarte para ir al trabajo al día siguiente, a pesar de tantas dificultades que estabas viviendo, nunca dejaste de hacerlo aunque te sintieras enfermo. Recuerdo también una vez cuando me asusté porque diste un billete de cinco mil colones en la ofrenda en misa…hace tantos años papi e incluso hoy sigue siendo un monto significativo. Porque siempre has sido tan desprendido, tan noble, tan lleno de amor para los que más lo necesitan.
Mami, yo también te analizaba a vos. Miraba cómo te despertabas tan disciplinada cada mañana a echar a andar a la familia: desayunos, almuerzos, mochilas listas. Veía tu capacidad extraordinaria de hacer tantas cosas a la vez y sin quejarte. Mami, ¿de dónde sacabas fuerzas para no parecer que estabas cansada? Una vez también te vi llorar. Vos no esperabas que te encontrara en ese estado y trataste de disimular, pero mi corazón se rompió en mil pedazos, pues yo sabía quién era la causa de tu dolor. Pero vos me sonreíste y me hablaste de cualquier tema para desviar la atención. Te veía cómo sacrificabas todo por nosotros. No recuerdo que te compraras nunca una blusa y si lo hacías, era porque habías encontrado una oferta casi que de regalo. Porque todo nos lo querías dar y no te importaba usar siempre el mismo jeans gastado. ¿Cómo puede caber tanto amor en una mujer?
Sé que ya lo hicieron, pero necesito escribirlo también. Es la primera vez que lo hago por medio de estas letras en donde una lágrima cae por cada una que escribo: perdón. Nuevamente me urge pedirles disculpas y que me perdonen por el caos que causé en nuestra familia. Sé que me perdonaron desde antes de que pudiera saber que estaba haciéndoles mal , pero no quiero desaprovechar una nueva oportunidad para decirles desde lo más profundo de mi ser que lo siento tanto….tanto, tanto, tanto. Saben que no quise hacerlo al propio. Saben que no quise realmente hacerles la vida tan dura cuando era una adolescente, con mis excesos y los problemas que llevé a casa de amores dañinos, pastillas, indisciplina, desinterés, rebeldía, malas influencias, amigos peligrosos, desórdenes y vicios.
Cualquiera que no nos conoce, podría pensar que mi historia es el resultado de una vivencia de desintegración familiar; de padres ausentes o de patrones que imitaba de ustedes. Pero nada podría estar más lejos de eso. Ustedes no se equivocaron en nada. Ustedes fueron el mejor ejemplo que cualquiera podría tener para enfrentarse a la vida. Ustedes trajeron lo mejor de cada uno y de su descendencia para aportarlo a sus hijos y hacer de ellos las mejores personas.
Quiero darles las gracias porque todo lo que sembraron con tanto esfuerzo y paciencia, creció en mi corazón y floreció en mi vida.
La dulzura de mi carácter y mis ganas de sobresalir que ustedes tanto admiraban en la escuela y que dejé en el colegio, han regresado a su lugar. Gracias mami, papi, porque si ustedes no hubieran creído en mí, yo tampoco hubiera podido creer en mí misma al saber que soy capaz de llegar hasta donde quiera por alcanzar un propósito. Gracias porque me enseñaron a creer.
Gracias por alimentar mis ansias de leer cuando apenas tenía cuatro años. Gracias mami, por insistir en que no debía de abandonar el colegio, por persistir año tras año cuando te llevaba cinco materias perdidas. Porque vos sabías que yo tenía las habilidades intelectuales para lograrlo, pero simplemente no me daba la gana. Papi, gracias por comprenderme en mis momentos sombríos, por enseñarme el mundo más allá de lo que podía ver…nuestras conversaciones trascienden lo que nadie entendería, porque vos y yo nos comunicamos de la misma forma, que es solo nuestra.
Gracias a los dos por defenderme, por no juzgarme, por permitirme expresarlo todo, por la confianza que depositaron cuando les pedía un permiso. Gracias por darme la fiesta de quince años que siempre soñé, a pesar de que estaban atravesando una crisis económica que yo no imaginaba y de la que me enteré muchos años después. ¿Cómo pudieron seguir adelante con los planes del baile? ¿Y mi hermoso vestido color azul «rey», cuánto les habrá costado? ¿Por qué son tan buenos de darlo todo, absolutamente todo sin esperar nada a cambio?
Papá, mamá: Yo quiero devolverles tanto. No quiero que sufran nunca más por nada. Quiero que los años que nos queden por caminar juntos, sigan estando llenos de momentos bonitos y de lágrimas de felicidad. No quiero que les falte algo jamás. Mamita, ¿me dirías si quisieras una blusita nueva? Papito, ¿necesitas algo que te esté faltando?
Tal vez no sea demasiado, pero también se los ofrezco en esta carta: es mi testimonio de vida muy corto, pues ya ustedes conocen cada herida de guerra mejor que nadie, pero se los ofrezco hoy, una década y media después cuando ya me convertí en la mujer de la que pueden sentirse orgullosos.
Mi corazón fue lastimado pero hoy se encuentra sano y latiendo más fuerte que nunca. Tengo treinta años y tuve la bendición de celebrarlos con ustedes, con mis hermanos, con los que más quiero. Tengo algunas arrugas alrededor de los ojos y ya me he encontrado varias canas. Me confieso en esta carta porque quiero decirles una vez más lo mucho que los amo, que son lo mejor que he podido pedir o imaginar que merezca. Que valoro absolutamente todo lo que me dieron y lo que hicieron por mí, aunque en ese entonces no pareciera. Que lo que observaba en ustedes lo guardé en mi mente para imitarlo cada vez que sea necesario. Que espero honrarlos el resto de mis días con lo que hoy soy gracias a ustedes, y lo que me falta por enfrentar, lo quiero hacer con la sabiduría que he adquirido después de estos años. Porque no en vano viví todo eso.
Si llego a tomar la decisión de ser mamá, sus consejos estarán en mi mente en cada minuto. Tomaré a mis hijos de la mano un millón de veces hasta que ya no me necesiten y puedan sostenerse solos, no importa la edad que tengan. Creo que el propósito de ser padres es poder prepararlos para seguir su destino de forma exitosa. Y, ¿qué es el éxito? Para mí, construir la felicidad propia de una vida con sentido…de disfrutar de la libertad con responsabilidad al elegir cada día nuestras decisiones con base en los valores más importantes que rigen nuestro camino.
Sin embargo, creo que siempre los voy a necesitar. Papi, mami, siempre voy a depender de ustedes, pero ahora de una manera diferente: necesito escucharlos cada cierto tiempo, saber cómo están, que me cuenten cómo se sienten. Mami, siempre voy a necesitar que me hables acerca de tus pacientes en el hospital. Papi, necesito que discutamos los últimos acontecimientos de política mundial. Pero no solamente eso…siempre voy a necesitar sus besos y abrazos cada vez que los veo, porque no hay refugio más profundo que ese. También quiero seguir tomando sus manos, para ayudarles a caminar… y cuando la naturaleza inicie su ciclo de vejez en sus piernas, yo los voy a sostener con todo el amor y paciencia, como ambos hicieron conmigo.
No imagino mi próximo logro sin compartirlo con ustedes. Estoy escribiendo un libro papi, siempre te dije que vos deberías de escribir uno y creo que aún podés hacerlo. Mami, ¿podrías estar conmigo cuando esté asustada y no sepa qué hacer el primer día en que tenga a mi hija o hijo en brazos?
Mamá, papá: Estas palabras se quedan cortas para tanto que quiero decirles. Espero demostrarles día a día que todo ha valido la pena. Gracias por darme la vida, pero más allá, gracias por enseñarme a vivirla.
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