Tenía doce años cuando tuve conciencia por primera vez de la larga lucha que me esperaba. Estaba en sexto grado de la escuela y algo andaba «mal» con mis caderas. El uniforme consistía en pantalones de mezclilla y camisa tipo ‘polo’. Era un sueño poder vestir así para ir a clases, excepto para mí, que tuve que enfundarme en unos jeans para hombre, porque en mi talla de mujer (niña) no cabían mis piernas.
Browsing Tag